La pasión por el balonmano impregna cade centímetro de Cangas. Frigoríficos del Morrazo es un equipo nacido en las calles del pueblo y está construido por y para los habitantes de la localidad pontevedresa. En un nuevo capítulo del Inside ASOBAL, viajamos al kilómetro 0 de un sentimiento que genera un vínculo indestructible entre el club y su afición. En Cangas, el balonmano es una religión seguida con absoluta devoción por sus fieles seguidores. A la misa de los domingos en la iglesia se suma la misa en el templo de O Gatañal. El balonmano es el deporte rey, con grandes dosis de sufrimiento que enganchan a una afición que abarrota, jornada tras jornada, su pabellón.
𝐈𝐍𝐒𝐈𝐃𝐄 𝐀𝐒𝐎𝐁𝐀𝐋 🎞️ Cangas, 𝘂𝗻 𝗽𝘂𝗲𝗯𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘃𝗶𝘃𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝘆 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗲𝗹 𝗯𝗮𝗹𝗼𝗻𝗺𝗮𝗻𝗼🫶🏼
— Liga Plenitude (@ASOBAL) March 26, 2024
⛪️ @balonmancangas: religión seguida por una masa social fiel que acude al templo de O Gatañal🙏🏽
Un vínculo🔗
Una pasión🫀
Un sentimiento💙
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El balonmano en Cangas se gestó en la calle, con aficionados jugando en la plaza del pueblo en unos partidos programados justo después de la misa de los domingos, como reconoce el socio número 1 del club, José Iglesias: “Solía jugar al balonmano, nos unimos y cada domingo hacíamos un partidito en la avenida del cine y, claro, era un campo que no reunía las condiciones porque era muy estrecho y las porterías no tenían red. Empezamos por ahí y después nos marchamos a otros campos con mejores condiciones. La misa tenía un horario, sabíamos cuál era, y para no entorpecer a los que iban a misa, porque eran aficionados, empezábamos los partidos al terminar la misa”.
El balonmano fue conquistando el corazón de los aficionados hasta tal punto que los habitantes de Cangas no entienden su vida sin su peregrinación semanal a O Gatañal: “Tenemos sentimiento por Cangas porque el equipo conquistó a la gente y, si no va al balonmano, parece que le falta algo. Cuando vamos de los últimos, tenemos que animar, es cuando más gente va al pabellón. En Cangas nadie se rinde. La gente se vuelve loca en O Gatañal, es un ambiente extraordinario con mucho respeto siempre para el equipo contrario”, añade Iglesias.
El sufrimiento es intrínseco a ser aficionado de Frigoríficos del Morrazo, un equipo acostumbrado a finales de infarto y a jugarse la permanencia cada 60 minutos. Su técnico, Nacho Moyano, subraya la adrenalina que vive la parroquia canguesa en O Gatañal: “Creo que los aficionados prefieren vivir los finales de infarto antes que los finales fáciles. Yo no entiendo muy bien el porqué, parece que, cuando ganas sufriendo, les da un subidón de adrenalina. Vienen al pabellón a buscar su dosis semanal de sufrimiento. Cangas es un sitio que, cuando peor van las cosas, más gente va al pabellón”. El capitán del equipo, Juan Quintas, desgrana el porqué Cangas es un sentimiento difícil de explicar: “El balonmano es un sentimiento en Cangas y eso se ve, aquí cada dos fines de semana llenamos el pabellón, la gente lo vive como si estuviera en la propia pista y todos los jugadores están metidos en la familia del club. Me quedo con el sentimiento, pero sí es cierto que sufrimos bastante. Siempre estuve orgulloso de pertenecer a este club, pase lo que pase. Sabemos que tenemos que remar muchísimo y estoy muy orgulloso de la gente que, aunque perdamos, dentro de dos semanas estará aquí otra vez con las gargantas preparadas para seguir animando”.
Los jugadores y el staff técnico de Frigoríficos del Morrazo compiten en la Liga Plenitude con el reto de mantenerse, una temporada más, entre los mejores en la élite del balonmano masculino español. La afición es su motor, su alma y su motivo de existencia, pero también una presión añadida que los propios seguidores se encargan de erradicar: “Aquí tienes un sentimiento de responsabilidad con la gente que no lo tienes en cualquier otro lado. Tú en otro sitio juegas por tu profesión, por tu trabajo, por tu club y aquí juegas por muchísimo más que todo eso. Eso tiene dos efectos, uno muy positivo que es que la gente mata por ti y que, como jugador y como entrenador, necesitas que no te quede absolutamente nada dentro para que la gente, el día de mañana, pueda decir que estamos donde estamos. Muchas veces nos dicen que, si tenemos que ir abajo, vamos abajo”, sentencia Moyano. Esta sensación es compartida por el capitán Quintas: “A mí me pasó en mi primer año de capitán que pensaba que les debíamos algo a la afición y ellos me decían que no les debíamos nada, que con que lo diéramos todo en los partidos ellos estarían satisfechos. Sí les debemos algo porque con esta gente que se mueve aquí y que incluso viaja tienes el deber de dejarlo todo en la pista. Dejarnos la vida por el club y por la afición debe ser obligatorio”.
Asistir a un partido de Frigoríficos del Morrazo en O Gatañal es el plan ineludible durante el fin de semana en Cangas do Morrazo: “El hecho de que Cangas lleve tantos años en la élite, con un déficit en cuanto a presupuesto y medios respecto a otros equipos de la Liga ASOBAL, sólo lo puedes entender porque es un club sostenido única y exclusivamente por la gente del pueblo. El fin de semana para los más mayores es misa y pabellón y, para los jóvenes, bar y pabellón”, explica Moyano. La misa en O Gatañal también tiene unas instrucciones claras para los fieles: “Cuando entras a O Gatañal lo que tienes que hacer es animar los 60 minutos. Así como vas a la iglesia y tienes que rezar cuando el cura lo mande, aquí tienes que traer la garganta preparada y ponerte a animar. Y si no, seguramente vas a tener unas palabras con la Marea Azul”, apunta Quintas.
La historia de Frigoríficos del Morrazo es la historia de un pueblo y de su gente. La Marea Azul es la portavoz en O Gatañal de un sentimiento que se transmite de generación en generación. Un integrante de este grupo de animación, André, describe con los ojos visiblemente emocionados cómo es vivir los partidos en el templo cangués junto a su abuela Marita: “Yo era pequeñito, tenía 3 o 4 años las primeras veces que iba al balonmano. Iba con mi abuela y mi tío. Cogí afición y me enganché, como nos pasa a casi todos los niños. Alguien nos lleva un día a O Gatañal y pasa algo mágico ahí. Antes de cada partido, el ritual es el saludo de grada a grada, le digo “abuela”. La afición es una gran familia. La marea azul es todo Cangas”. Marita detalla, orgullosa, el ritual con su nieto y cómo apela a cualquier ayuda extra para lograr la victoria en casa: “Nosotros estamos enfrente. Mi nieto me señala y me hace señas que parece un avión llegando al aeropuerto. Cuando empezamos a perder, saco la medalla y le doy besos para ver si nos ayuda nuestro Señor”.